Santaolalla en diario Clarín

marzo 3, 2010

Santaolalla en diario Clarín

Gustavo Santaolalla: «Soy un obsesivo del trabajo»

Ganador de dos Oscar, está en la Argentina para presentar un libro, su propia línea de vinos y tocar con Bajofondo. De paso, graba en los estudios ION. Aquí habla de su particular método de trabajo y de cómo es capaz de bajar su ego y poner su talento al servicio de otros artistas.

Por: Hernán Firpo

Este workaholic no para de hablar de realidades y proyectos. Hace diez minutos por reloj que no para. Su editorial de libros de fotografía, un disco, otro, otro de fado, la grabación de la música de una película que está haciendo ahora mismo en los míticos estudios ION y, aprovechando la semana larga que estará en Buenos Aires, una presentación con Bajofondo y los vinos. Santaolla SRL -además- tiene unas cuantas hectáreas en Mendoza donde cosecha un malbec riquísimo.

«Lo mío es todo junto, son muchas actividades a la vez… Puede ser, sí, soy un culo inquieto mal. Estoy como impulsado y soy un obsesivo del trabajo».

En su modelo menos atomizado, Gustavo Santaolalla, el músico, cierra los ojos y escucha un violín. «Está un poquito pichi», dice del otro lado del vidrio. Palabra del ya célebre productor, así que va todo de nuevo.

Por las dudas, anotamos: Pichi. La serie sigue con variaciones de una especie de partitura anímica. Abajo. Oscuro. Fuerte. Tuneado. Dramático. Pichi.

«Yo no sé ni leer ni escribir música, de todas formas la enseñanza es transmitir lo que uno conoce. Me creé un método que funciona a mi manera. Desde que empecé con Arco Iris, los chicos que tomaban clases conmigo sabían que no era lo mismo que ir al Conservatorio». ¿Y cómo se hará para producir un álbum de Kronos Quartet? «Siempre estamos hablando de musica, ¿no? Se puede hablar desde una visión más global. Por ejemplo decir: me parece que en esta primera sección deberíamos empezar un poco más calmo o en esta segunda sección debería crecer hasta llegar a un punto tal… ¿Se entiende? Una visión sensorial y técnica, pero dicha en otras palabras. Por supuesto que hay una mínima terminología que manejo. Si yo le pido a un músico que toque más staccato, yo sé lo que quiere decir. Algunas veces pienso que me hubiera gustado tener más conocimiento y a veces celebro el hecho de no saber, porque esa falta me da una aproximación distinta al tipo de formación académica.

Si Charly García te pidiera que produzcas su renacimiento artístico, ¿qué harías con él?

Mi especialidad no es armarle el boliche a los artistas, sino asociarme con alguien que tenga algo de peso desde el arte y el concepto. Lo mío es sumarme para que esa propuesta se pueda llevar diez escalones más arriba. Pri mero hay demostrarle al artista que vos sabés de qué se trata. Y cuando hablo de entenderlo hablo hasta de conocer su sentido del humor. Todo el universo del artista. Decíamos: es muy distinto Kronos Quartet y La Vela Puerca. Yo puedo ayudar a que el determinado universo preexistente se plasme de la mejor manera. Así como existe el arte de escribir canciones y el arte de interpretarlas, existe el arte de hacer discos. Es una actividad que la veo muy parecida a hacer películas.

¿Para qué te sirve hacer música de películas?

Me encanta el cine. Cuando terminé el secundario quise estudiar cine y en ese momento el gobierno cerró el Instituto porque lo consideraba un foco subversivo. No sé si hubiera sido director, sí supe que de alguna manera iba a ingresar en ese mundo. Mi primer trabajo profesional a los 15 años, antes de grabar con Arco Iris, fue musicalizar un cortometraje. Me acuerdo que tocaba la batería…

¿Se podría decir que estás en la ruta de un Ennio Morricone?

No pienso en eso. El se especializó en hacer música para películas. Mi profesión no es ser cantante ni productor ni compositor de música de películas. Mi profesión es ser artista y me expreso de distintos formas. Obviamente que ganar dos Oscar me dio visibilidad y sí, claro que me convocan para hacer música de películas. Lo último que hice fue para una película alemana, antes trabajé para Biutiful (otra vez con el mexicano González Iñárritu). También estoy haciendo la música para un filme francés y chiquito con Catherine Deneuve.

Te preguntaba porque tras la fuerza de la imagen que supone el cine, la música puede quedar como un mensaje subliminal, ¿no te parece? Además trataba de apuntar a otra de tus trastiendas: el productor, el compositor de música de películas .

Mi compañía que hace música de películas se llama Visual Music. La gente siempre me ha comentado que mis discos eran muy visuales y yo suelo pensarlos en términos de escenografías y de narrativa cinematográfica. Todo lo vivo como mío desde distintos ángulos. En un momento yo trabajaba en mis cosas y con León Gieco, que fue y sigue siendo como mi hermano, hasta que empecé con dos, tres, cuatro, cinco cosas. Hoy mi vida es esto. Ese rol de estar atrás me permitió darme cuenta de que debía ponerme al servicio del talento de otra gente. Claro que a mayor dedicación por los demás, menos tiempo para lo mío. Sin embargo, me sirvió para darme cuenta de que lo mío era todo.

Una presencia casi divina.

Suena muy omnipresente -se ríe-, sí. Los discos de Café Tacuba también son como mis discos. Sin embargo no hay un sonido Santaollala, aunque aspiro a tener un nivel en cualquier género que aborde. No tengo una imagen de Dios como un señor barbudo, pero soy un agradecido de la vida. Yo sé que ayudé mucho a vender millones de discos de otra gente y doblegué mi ego en beneficio de otros artistas, porque soy conciente de cuál es mi lugar. El disco dice Bersuit, dice Café Tacuba. Dice Divididos. En ese proceso uno debe dar un paso para al costado. A mí me gusta toda la música. Para mí la música se divide en dos: buena o mala y después de haber dejado de tocar veinte años… ¡Veinte años había dejado de hacer algo que es mi vida! apareció lo de Bajofondo. Es parte del milagro. Si me ves en vivo, vas a darte cuenta cuánto disfruto.

Santaolalla no necesita ser el cantante de Coldplay, que pasa por la Argentina y nos convida un poco de su luz de mercurio interior. Al hombre orquesta le sobra con ese cuerpo de fórmica y la cara de puño. Eso, más un sinfín de trastiendas que revaliden el medallero olímpico.

¿Pero no te hubiera gustado ser una estrella de rock?

Digamos que con Arco Iris yo llegué a vivir un pseudo estrellato de rock. Era un grupo muy popular. Nosotros llenamos dos teatros Coliseo y nos autogestionábamos, vendíamos las entradas, hacíamos los afiches y teníamos mucha gente que nos seguía. ¿Con qué medías el estrellato en ese momento en que empezaba a desarrollarse el rock? Para mí eso ser una estrella de rock. La audiencia todavía no era tan grande, pero Arco Iris fue el primer grupo en tocar en la cancha de River, frente a una tribuna. No era toda la cancha, sino un pedazo. Se había armado el escenario frente a una platea, pero puede entenderse como la primera aproximación al rock de estadios. Fuimos pioneros en un montón de cosas. Pasa que cuando saqué Santaolalla (1982), y los chicos de Virus venían a ver las grabaciones, empezó la guerra de Malvinas, yo ya vivía afuera y se me paralizó todo. Ese disco que fue el origen de la new wave acá y fijate que nunca lo toqué en vivo. Lo mismo ocurrió, años más tarde, con Gas. A mí no me importa nada de eso Yo sigo trabajando en mis cosas porque considero que es una forma de felicidad y de fijar testimonio.

Su amor por los viñedos

«Tengo una finca en Mendoza, en Luján de Cuyo. Esta historia viene del secundario. Hice el viaje de egresados a esa provincia y me encantó el lugar. Volví a tocar con Arco Iris y recuerdo que zapamos mirando un viñedo: Esa imagen me quedó guardada, pese a que en esa época yo no tomaba ni aire». Después, se sabe, Santaolalla se muda a California, que tiene una geografía similar a Mendoza. «Y en los Estados Unidos me volví aficionado al vino hasta que un día, con mi mujer, surgió la idea y nos metimos sin saber nada». El músico compró 22 hectáreas y empezó a plantar malbec. «Lo del vino no es un negocio. Hay que esperar. Tenemos dos vinos, el don Juan Nahuel, que lleva el nombre de mi hijo, y el Don Juan Nahuel Reserva, que es el top. También tenemos una marca accesible que se llama Celador. Son todos vinos que en los Estados Unidos califican como premium».

Fuente: http://www.clarin.com/diario/2010/03/03/um/m-02151518.htm

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